5 razones por las cuales vacunarse
La vacunación es fundamental para la salud. Es nuestra mejor defensa ante el ataque de virus y bacterias, responsables de numerosas enfermedades que pueden comprometer nuestra salud y que son completamente prevenibles. ¿Cómo? Las vacunas aportan los “ingredientes” necesarios para que, cuando estemos en riesgo de infectarnos, nuestro sistema inmunológico tenga una respuesta rápida y eficiente para eliminarlo, previo a generar una enfermedad.
Vacunarse es un proceso de inmunización. Sin este proceso solo se podría alcanzar la inmunidad contrayendo la enfermedad. Gracias a las vacunas, no es necesario atravesar semejante riesgo para lograr la resistencia a determinados patógenos.
¿Cómo funcionan las vacunas?
Como enunciamos brevemente en la introducción, la vacunación nos ayuda a desarrollar inmunidad al imitar una infección, solo que sin ningún tipo de riesgo. ¿Qué sucede internamente? La vacuna hace que nuestro sistema inmunológico produzca linfocitos T y anticuerpos. Una vez que este simulacro de la infección desaparece, al cuerpo le queda un suministro de linfocitos T de “memoria” y también de linfocitos B, los cuales recordarán cómo combatir esa enfermedad en el futuro.
Es común que luego de la aplicación de vacunas surjan síntomas menores, como la fiebre moderada, malestar general y dolor en el sitio de aplicación. ¡No hay que preocuparse! Es habitual y previsible que esto ocurra mientras el cuerpo desarrolla la inmunidad.
1. Vacunarse evita que regresen enfermedades “erradicadas"
Existen en el mundo gran cantidad de enfermedades que han sido erradicadas gracias a la vacunación. Algunas como el sarampión o la rubéola, las vemos lejanas y las reconocemos en la historia como grandes epidemias de la antigüedad.
La realidad es que todos estos patógenos responsables de enfermedades mortales no han desaparecido, las personas nos hemos inmunizado por medio de la vacunación. Por cierto, si no fomentamos el acto de la vacunación, estas enfermedades pueden reaparecer. ¿Por qué? Respetando las vacunaciones estamos consiguiendo que su incidencia sea casi negligible. Es más, debido a reconocidos movimientos antivacunas se están observando rebrotes en algunas regiones.
2. Vacunarse fomenta la salud colectiva
Existen quienes deciden no vacunarse y no vacunar a sus hijos y un pequeño porcentaje de la población que no puede vacunarse por ciertas contraindicaciones (defensas alteradas, embarazadas contra ciertas vacunas o por falta de edad para la vacunación). Esta falta de vacunación no solo significa un peligro para la salud propia, sino que también compromete la salud de su círculo social.
Cuando la mayoría de los niños en una comunidad están correctamente inmunizados, aun cuando algún niño se enferme, la enfermedad probablemente no se extienda. Si el niño enfermo entra en contacto sólo con los niños que están protegidos, la enfermedad se limitará, a esto se le llama “efecto rebaño”.
Esto es muy importante para estas personas que no pueden vacunarse, ya que el riesgo de infección es mayor cuanto menos están vacunados aquellos que están a su alrededor.
3. Vacunarse previene complicaciones de enfermedades infecciosas
Las vacunas no actúan solo sobre la enfermedad que se está previniendo, sino también sobre las complicaciones que puede tener esa enfermedad, por ejemplo:
- La vacunación frente al sarampión, también evita algunas de sus complicaciones, como neumonía, encefalitis y enfermedades neurodegenerativas.
- Las vacunaciones frente a neumococo, H. influenzae tipo b y meningococo C, previenen secuelas de las meningitis, como la sordera y otros déficits neurológicos discapacitantes.
- La vacunación frente al virus de la parotiditis (causa de “paperas”) evita sorderas y también orquitis (inflamación en testículo) en los varones.
- La vacunación frente al polio evita cojeras y deformidades permanentes.
Además, la vacunación reduce la gravedad de la enfermedad si ésta llega a afectar a individuos previamente vacunados, como ocurre con la varicela. También, evita enfermedades que pueden transmitirse al feto durante el embarazo, como es el caso de la rubéola congénita.
4. Vacunarse reduce la mortalidad infantil
Vacunar a los niños es de vital importancia. De no hacerlo, los dejamos expuestos a enfermedades que pueden resultar mortales para ellos y que además pueden contagiar a quienes los rodean (como sus abuelos). Un claro ejemplo de esto es el sarampión, un virus que infecta los pulmones y las meninges, poniendo en peligro la vida del niño o, en el mejor de los casos, dejando secuelas de por vida. Otro ejemplo es la neumonía, no solamente mortal para los más pequeños sino también para sus abuelos. Es una de las enfermedades más graves en adultos mayores. Por eso a este grupo también se los incluye en el calendario de vacunación para todos los mayores de 65 años.
La vacunación evita que cada año mueran 3 millones de personas en todo el mundo y ha conseguido que la mortalidad global en niños menores de cinco años se haya reducido de 12,6 millones en 1990 a 6,6 millones en la actualidad.
5. Las vacunas son seguras
Las vacunas son seguras. Todas las vacunas que son lanzadas al mercado han pasado por exhaustivos controles de seguridad.
La seguridad de las vacunas se garantiza por medio de estudios realizados durante el desarrollo de las mismas (precomercialización), como en la vigilancia continuada tras su comercialización (poscomercialización).
Fases de ensayos clínicos para la evaluación se seguridad de las vacunas
Actualmente en la sociedad, existen personas que creen que la inmunidad adquirida naturalmente (la inmunidad por contraer la enfermedad) es mejor que la inmunidad que aportan las vacunas. Ante esto, recalcamos que las infecciones naturales pueden provocar complicaciones graves y ser mortales. Esto sucede incluso con enfermedades consideramos leves, como la varicela. Es imposible predecir quién tendrá una infección grave capaz de provocar una posterior hospitalización.
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